jueves, 26 de febrero de 2009

6/9.- DESPIDOS EN TIEMPO DE CRISIS

6/9: DESPIDOS EN TIEMPO DE CRISIS

“Ocho «gigantes» despiden en un solo día a 70.000 empleados” “Caterpillar, Pfizer y Sprint Nextel suman más del 63 % de los recortes (de personal) anunciados”
Así se lee en El Mundo del 27-1-9, pág. 29, dedicada a la Economía. Entre esos “gigantes” se encuentra una empresa española, Acerinox, con 2.500 personas despedidas.
Polidoro es quien me ha traído esa noticia y casi me la ha tirado a la cara, como diciendo “para que te enteres”, y yo ya llevo enterado hace bastante tiempo, pero hasta ahora no tan a lo bestia, que 70.000 empleados a la calle, de golpe, abultan mucho, sobre todo si van acompañados de sus familias. Como no puede ser por menos.
Este Polidoro, viejo amigo de hace luengos años, cuando se indigna empieza a hacer preguntas, la mayoría de las veces sin respuestas válidas, y a formular afirmaciones, en ocasiones irrebatibles.

- ¿Por qué, José María –me dice-, cuando las empresas no obtienen ganancias despiden a sus empleados, a los que dejan en la calle, y, en cambio, los contribuyentes electores no pueden hacer lo mismo con sus políticos, y hasta con sus funcionarios, cuando no resultan productivos; cuando no gana la sociedad cosa alguna con ellos; cuando no acompaña el éxito a su gestión; cuando ven que su excesivo número es un derroche, una pesada carga; cuando su suculenta nómina no se ajusta al rendimiento esperado? En estos momentos de crisis, ¿no sería aconsejable reducir, aunque fuere transitoriamente, y hasta con fines ejemplarizantes, en un cincuenta por ciento, por lo menos, el número de políticos retribuidos y funcionarios contratados?

- Haces unas preguntas, amigo Polidoro –le contesto-, que no hay por donde cogerlas. No sé que responderte, pero me recuerdan aquello que se contaba cuando ambos éramos jóvenes, hace ya mil años, respecto a los casi infinitos empleados del sindicato vertical franquista, que se dice que albergaba un grandioso edificio sito en una avenida madrileña, donde entró a esconderse un león escapado de un circo y no volvió a salir de su escondite hasta pasados muchos meses. Al salir se encontró con otro león, que le preguntó por su vida durante esa escapada, pidiendo datos de cómo había resuelto el problema de la comida durante ese largo tiempo.
“Salía diariamente de mi escondite al pasillo, le echaba la zarpa al primer empleado que pasaba por allí y me lo zampaba” –le contaba un león al otro-.
“¿Y no se dieron cuenta de que faltaba cada día un empleado? –le respondía el león amigo-“.
“Jamás echaron a ninguno en falta. Eran infinitos, uno más o uno menos, ¿qué importaba eso a nadie?”.

Es cruel el chistecito, lo reconozco, pero, sin ánimo de ofender a nadie, me atrevo a pensar que pudiere ocurrir lo mismo si un león hambriento se viniere a esconder entre la actual nómina política y funcionarial. ¡Son tantos…! Solo entre alcaldes y concejales creo que son unos cien mil, amén del millar entre senadores, diputados y eurodiputados. En cuanto a funcionarios de toda clase, se dice que pasan de los tres millones. ¿Para qué seguir contando? Bueno, sí, quedan los Partidos políticos -¿cuántos viven a su sombra?-, y los sindicatos –lo mismo pregunto-, que suponen pesada carga para un presupuesto en tiempo de crisis. Remedando a Salomón y quizá macarrónicamente, se podría decir: “ infinitus est numerus”.
Es preocupante, pero es cierto, que el número de funcionarios, mejor dicho el porcentaje de los mismos sobre el total de la población, es inversamente proporcional al grado de libertad de los contribuyentes, salvo que se mantengan aquellos ociosos. Cuanto más laboriosos y más abundantes sean, forzosamente en mayor medida habrá que justificar su excesivo número y darles entretenimiento con mayor número de papeles a mover, con exigencia de mayor cantidad de documentos –totalmente ociosos y prescindibles- a los contribuyentes, con mayores archivos y registros oficiales, con más numerosas e inútiles inspecciones y controles. Iba a decir que con mayor número de timbres móviles a pegar, pero felizmente eso ya está fuera de uso. Eso era antes, que te volvían loco por la falta de un timbre de veinticinco céntimos. El papeleo exigible para todo, verdaderamente, está resultando abrumador, menos para el funcionario, claro está, constituyendo un obstáculo casi infranqueable para cualquier iniciativa laboral o empresarial que se tenga. Paro, claro, ¡hay tantos funcionarios! En algo hay que entretenerlos. Aunque solo sea en jorobar al contribuyente. No van a estar todo el día de brazos cruzados.
Por eso mismo, por ser tantos, casi tan abundantes como las arenas del mar, y no digo como las estrellas del cielo, pues eso sería glorificarles en exceso, y por no ser tal vez todos precisos, y hasta pudiere ser que alguno pesada rémora, superfluo, improductivo o poco rentable para el conjunto de la sociedad contribuyente, es por lo que prefiero contarle el chiste y omitir mi opinión, no dando clara respuesta al bueno de Polidoro, dejándole con sus sueños de justicia, de paz, de igualdad entre los hombres. ¡Infeliz!
Pero, para mí, pienso en que si una nación es una empresa en común, dirigida a un fin único, en tiempos de crisis tal vez fuere bueno hacer unos cuantos despidos. No hacerlo sería reconocer que el hecho de ser político, funcionario o sindicalista liberado, es lo más seguro de este mundo, amén de lo más rentable. También, seguro estoy, si desapareciere alguno de ellos, no se notaría mucho su falta, ni entre ellos mismos, ni nosotros nos echaríamos a llorar. Es como si desapareciere alguno de los infinitos consejeros de ciertas empresas, públicas o privadas; tampoco se les echaría en falta. Salvo que la cuenta de resultados sería mejor al aliviarse de la carga de sus sueldos y demás gabelas.
Si en tiempo de crisis se hacen despidos en las empresas privadas, háganse también en las públicas, en condiciones de igualdad para todos. ¿No es así, doña Bibiana? ¿No somos todos iguales? Pues eso. ¿O no?

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 28 Enero 2.009

(Publ. en www.esdiari.com del 25-2-9)

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