lunes, 26 de enero de 2009

2/9 - SOBRE LOS VIAJES PAGADOS

2/09

Sobre los viajes pagados, ¡de añadidura!

Una de las cosas más trabajosas de este mundo es rehacer un trabajo que ha desaparecido por arte de birli birloque, locución ésta que aparece recogida en el DRAE, y también en el Espasa (Tomo 46, pág. 456), que significa “por encantamiento” para el uno, y “sin saber cómo, ni explicar la razón de una cosa”, para el segundo. Aunque aquí todo es relativo, puesto que seguramente la explicación está en mis dificultades con el correcto manejo del ordenador, este aparatejo que, al menor movimiento en falso, borra todo lo que llevabas escrito hasta ese momento, sin tenerte en cuenta las horas que trabajaste, como un esclavo, sin moverte de la silla. Esos son los adelantos de la modernidad. Con mi vieja Olivetti no me hubiese sucedido eso, lo del borrado.
Y es la cosa que, casi acabado el escrito a que me refiero, una pulsación incorrecta, sin duda, dio al traste con todo ello, sin que haya habido manera de encontrarlo en entresijo alguno del diabólico aparato. Así pues, voy a intentar escribirlo de nuevo, aunque ya con menores ánimos que al comenzarlo. Y menos mal que conservo la página del periódico donde aparece la noticia objeto de estas líneas, bien chunga la noticia, por cierto. Por eso insisto en ella, por lo chunga que es.
Una Caja de Ahorros, dice la noticia, en prueba de austeridad, suspende el tradicional viaje que, con carácter anual, y eso desde hace unos quince años, vienen realizando los componentes del Consejo de Administración, añadiendo que esto se hace así –la suspensión del viaje-, no tanto por el coste del mismo [para los viajeros, supongo, no para la Caja], como por el mensaje de austeridad que se trasmite por parte del máximo órgano de la entidad hacia el exterior, tal vez a los sufridos –y bien poco retribuidos- impositores. Debo confesar, como impositor, que jamás me enteré de la realización de esos viajes “de dirección”.
Ello no obstante, se ha mantenido otro tradicional viaje, denominado de incentivos, que sirve para premiar a los empleados que lograron superar determinados objetivos o metas contemplados en el Plan Estratégico, Plan que no sé si será de general conocimiento o quedará reservado para los empleados de superior categoría, que no todos.
Ese viaje de incentivos se ha hecho aprovechando el Puente de La Constitución, ha durado seis días, y su destino ha sido Punta Cana, ahí al lado, después de cruzar el Atlántico, en la República Dominicana. Total, cuatro perras. Ese viaje lo ha disfrutado un grupo de cincuenta y dos personas, lo que nos da idea del elevado número de empleados que son capaces de lograr los objetivos fijados por la superioridad, a los que debemos felicitar de todo corazón. Igualmente se nos dice que de esas cincuenta y dos personas, no todos eran empleados de la citada Caja, que los premiados iban acompañados de “sus respectivas parejas”, y además iban con ellos, a “insistente solicitud de los premiados” –eso me suena a superlativa coba-, el presidente y el director general de la Caja, suponemos que también acompañados de “sus respectivas parejas”. Eso de “las parejas”, cada vez que lo oigo o lo leo, Dios me perdone, me suena más a emparejamiento reproductor que a otra cosa, quizá por llevar yo más de cincuenta años casado con mi mujer, no emparejado. Cosas de la edad. Pero, en fin, tal vez dentro de otros cincuenta años, me haya acostumbrado a ella, a la palabreja. Aunque sin reproducción posible ya.
Yo, modesto impositor de aquella Caja, aplaudo la decisión adoptada de suspender el viaje “tradicional” del Consejo de Administración en pleno, supongo que también “con sus respectivas parejas”. Ignoro la fecha en que se nos pudo consultar a los impositores la implantación de ese viajecito de placer –con cargo a los fondos de la Entidad, que no son otros que los depositados, los nuestros-, pues es lo cierto que impositor soy desde 1966, y jamás recibí, ni citación para elecciones de nuevos Presidente y Consejeros, ni tampoco para votar a favor o en contra de esas alegrías turísticas de los señores del Consejo de Administración y de sus “respectivas parejas”.
Y digo todo esto, por lo molesto que se siente uno, mejor dicho nos sentimos muchos impositores de estas Cajas, por que, siendo nosotros el alma de las mismas, con nuestros ahorros laboriosamente conseguidos, observamos el doble trato que en ellas parece darse, por una parte al desgraciado impositor, por otra al eximio Consejo de Administración, nombrado no se sabe cómo, por qué, ni por quién, sin consultar a quienes constituimos las Cajas, los ahorradores, los dueños del dinero. Creo que esto que digo no admite discusión en contrario, pues bastaría con que retiráramos los depósitos para hacer desaparecer las Cajas.
Ya hablaba yo, en comentario anterior (Es Diari, Nº 739, del 2-11-08), de las exorbitantes cantidades abonadas a esos muy respetables señores Consejeros –no sabemos por quién aprobadas, las cantidades, y los nombramientos-, y si entonces no añadía nada sobre esos “tradicionales viajes”, de propina, era por desconocer su existencia. ¿Quién iba a pensar que tan bien retribuidos señores, necesitasen, además, para hacer turismo, que les pagasen el viaje, que éste les fuese suministrado gratis total? Pero bueno, así es la vida, así son las Cajas, y así nos tendremos que aguantar.
De nada de eso me quejo, que allá cada cual con su conciencia, y con sus dineros, o mejor dicho con los nuestros. Lo que me encocora, después de sabidas estas cosas, es constatar que mis modestos ahorros, los de mi cartilla, no me produzcan interés alguno, o que sea tan reducido que como si no me abonaran ninguno, y que en alguna Caja, además de eso, me cobren una “comisión de mantenimiento”, de carácter periódico, como si “mantener” mis ahorros fuese una pesada carga para ella, depósitos que no sólo no necesitan de mantenimiento alguno, sino que además son la fuente del enriquecimiento de esas Entidades, al prestar ellas a terceros nuestros dineros, cobrando por ello elevados intereses, lo bastante elevados como para cubrir -además de los gastos de personal-, las retribuciones, dietas, y etcéteras del Consejo de Administración, con el añadido de los “viajes tradicionales” del mismo.
Siempre creí que con un gobierno de corte socialista estas cosas se remediarían, que se dictarían leyes tendentes a corregir ciertas anómalas situaciones, claros abusos, buscando una mayor intervención de los impositores en la dirección de las Cajas; liberando a éstas de nombramientos digitales hechos en pago de fidelidades políticas; fijando unos intereses mínimos a pagar a los ahorradores; igualmente prohibiendo unos intereses abusivos a los solicitantes de préstamos; exigiendo una garantías adecuadas de publicidad e intervención de sus cuentas anuales, detalladas y claras, etc., etc., En fin, reconociendo que las Cajas son sus impositores, no el politizado, digital y privilegiado Consejo de Administración.
Mucho se habla ahora de una fusión o integración de las Cajas, lo malo es que se hace desde ámbitos políticos, y siempre mirando por los intereses de ellas y de sus mandamases, de políticos intereses, pero nada se dice de una consulta previa a los impositores, los que constituimos las Cajas, ni tampoco se habla de garantizarnos unos intereses mínimos. Lo que se busca con esa fusión o integración son las ganancias máximas, pero de las Cajas y de sus Consejos, no nuestra. No sé si con la fusión desaparecerán “los viajes tradicionales” de los Consejeros. Milagro sería. Ni si el número de Consejeros variará. En uno u otro sentido. Que todo es posible. Ni eso de los premios, obras sociales en lejanos países, etc., etc., de tan difícil seguimiento, de que presumen las mismas.

Recuerdo, a tenor de lo que digo, a un Interventor General de una Empresa andaluza, a quien le hicieron la vida imposible, por no transigir con ciertas cosas, ni aprobar a ciegas ciertos gastos no justificados, por lo menos sin que antes de su firma viniese estampada la del Director General, dando el visto bueno al gasto. Usaba de un procedimiento muy sencillo. De cada documento que recibía para intervención sacaba una fotocopia, tal como entraba en su despacho. Por ejemplo: “Un viaje del Director a Jaén, de dos días, importe 600.000 pesetas”. Como consideraba abultada esa cifra y además no se le adjuntaban justificantes del gasto, le pegaba al documento un papelito que decía algo así como: “Pásese a Dirección para su visto bueno”, y ponía la fecha. El Director debía subirse por las paredes al recibirlo, pero no le quedaba otro remedio, si quería cobrar esa suma, que firmar la conformidad. Una vez firmada ésta y puesta la fecha, el Interventor sacaba otra fotocopia. Después daba él, como Interventor, la conformidad al gasto, con fecha posterior, sacando una nueva fotocopia. Con este procedimiento –una serie de tres fotocopias-, buscaba salvar su propia responsabilidad, dejando pruebas de que antes de firmar él el “Páguese”, ese discutible pago había merecido el Visto Bueno del señor Director, causante del mismo. ¿Y quién se opone a lo que diga un Director?
Sé todo esto por habérmelo contado mi primo, el Interventor que digo, que guardaba en su casa todas las fotocopias donde se probaban esas irregularidades, por las que se veía obligado a pasar, no sin antes guardarse las espaldas con las fotocopias. Era mi primo objeto de ruines venganzas por parte de algunos directivos de la empresa, pero tampoco ninguno de ellos se atrevió a desembarazarse de él, tal vez por sospechar la existencia de ese comprometedor archivo secreto. Era éste su seguro de vida.

Todo lo anterior está escrito, claro está, sin animus offendendi o injuriandi ninguno, solamente a título expositivo, reflejo del malestar existente entre los sufridos impositores de las Cajas, que son ignorados por éstas. ¿O no? Y eso a pesar de la existencia de algunos “Consejeros en representación de los impositores”, cuya existencia no encuentro justificada, pues todavía no he visto mejora ninguna –a sus instancias- en el trato de sus representados. No queremos, al hacer un depósito, que nos den una vajilla, un juego de café, o un par de maletas. Lo que queremos son unos intereses justos, simplemente eso. Y una rendición anual de cuentas, si no es mucho pedir. Al fin y al cabo el dinero es nuestro.

Después de escrito lo que antecede, leo hoy que: “El Supremo pone coto a los pagos de las empresas a sus consejeros”, obligándolas a fijar los mismos, es decir sus cuantías, en los Estatutos.
Ya se deja entrever que lo que se busca es conseguir una mayor recaudación fiscal, evitando falsedades contables. Pero muy gordas tienen que ser las irregularidades descubiertas para haber obligado a ese alto Tribunal de lo Contencioso a dictar esa resolución.
Huelga todo comentario. ¿A santo de qué tienen Autonomías, Ayuntamientos, sindicatos, partidos políticos, etc., que disputarse los nombramientos de directores y consejeros de esas Entidades, las Cajas? Para dirigir rectamente y lograr buenos resultados, ¿no bastan los técnicos, titulados y con plaza por oposición?
Huele esto, desde lejos, a Puerto de Arrebatacapas. Dios les perdone. Y se lo deduzca en el arreglo final de cuentas que a todos nos espera .
En fin, como siempre digo, tal vez pueda estar yo equivocado. En ese caso, no he dicho nada. Me seguiré conformando con el cebo del juego de café, aunque el médico me lo tenga prohibido. El café.

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 12 Enero 2.009