miércoles, 24 de marzo de 2010

6/10: POLIDORO Y EL "PENSIONAZO·

6/10

POLIDORO Y EL "PENSIONAZO"

Será cosa de la edad, no lo niego a ustedes, pero cada día me cuesta más entender lo que pasa a mí alrededor. Se habla ahora de las pensiones y de la edad de jubilación, como si eso fuese cosa nueva. Hace cuarenta años ya hablábamos de eso mismo algunos que no veíamos con buenos ojos lo que se nos estaba viniendo encima, a la vuelta de la esquina, como no se tomaren medidas correctoras de los entonces vigentes Reglamentos. No íbamos por buen camino entonces, pero es que los de ahora, por lo que se ve y se oye, están empezando a ser intransitables.
Hay que confesar que el problema no es fácil de resolver, quien piense o diga lo contrario miente; la cosa tiene más facetas que un diamante; pero también hemos de reconocer que lo primero que hace falta es que los que quieren emprender su solución, antes resuelvan el suyo, su problema, que es el nuestro, pero al revés. O sea, renuncien a sus injustos y antidemocráticos privilegios.
Me explicaré. Pero antes pregunto: ¿Vivimos en un estado socialista, donde todos los ciudadanos tenemos los mismos derechos y obligaciones? ¿O vivimos inmersos en un brutal capitalismo, donde –para iguales supuestos- las leyes son distintas, conforme los grupos sociales sobre quienes vayan a aplicarse? (Sobre todo si la clasificación se hace en términos económicos o de poder).
Si ya existe una ley general para todos –es un decir-, ¿para qué se dictaron unas normas especiales que favorecieran tan sólo a unos cuantos? ¿Qué debe entenderse por “trabajador por cuenta ajena”? ¿Acaso no trabajamos casi todos para los demás?
Aquí hago un inciso, para exponer mi creencia sobre este último punto. Entiendo que trabajador por cuenta ajena es todo aquel que recibe periódicamente un sueldo, un salario, o como queramos llamar al “sobre”, que le paga o abona, o ingresa en su cuenta corriente bancaria, otra persona –física o jurídica, oficial o privada, otra-, en compensación a los trabajos prestados a la misma, o a otra u otros, por su encargo. En esta categoría entran desde el Presidente del Gobierno hasta el último peón de albañil, pongo por ejemplo. El primero trabaja para el pueblo soberano, como así nos llaman los políticos cuando están de coña, y el peón para un contratista de obras, pero así lo hacen –trabajar para otro- todas las personas que tienen un sobre a final de mes o de semana, que les asegure el condumio. Incluidos funcionarios, civiles y militares. Y por supuesto políticos y banqueros, que también cobran un sueldo, aunque sea excesivo para lo que hacen de bueno, tanto los unos como los otros.
Tan sólo el empresario, el negociante o el profesional, con oficina, comercio o despacho abiertos, cuya suerte depende de la aceptación que tengan sus servicios entre el público; aquellos cuyos ingresos sean aleatorios, no fijos, pendientes de cómo haya ido la caja, tan sólo éstos no son trabajadores por cuenta ajena. Trabajan por cuenta propia, aunque lo hagan para un público. Eso lo hacemos todos. Antes, estos trabajadores “autónomos”, tenían sus seguros y jubilaciones contratadas con mutuas, por estar excluidos del “régimen general de trabajadores por cuenta ajena”. Hoy, ya pueden afiliarse –según oigo- al Régimen General, como tales “autónomos”, seguramente como forma de aumentar las cotizaciones; que mañana, Dios dirá.

Mi amigo Polidoro Recuenco, jubilado del digno Cuerpo de Telégrafos, garrafinista de pro, al que ya conocen ustedes, quien tiene decidida vocación de arbitrista, de arreglalotodo, hace escasos días, al empezar a hablarse de las pensiones y del temor a su incierto futuro, me decía muy convencido lo que sigue:

“”“”José María, como ambos coincidimos en que todos los ciudadanos –salvo los rentistas, banqueros y algunos pocos más-, todos son (o han sido) trabajadores por cuenta ajena, lo más aconsejable es tender al establecimiento de una única Seguridad Social, que nos comprenda a todos, empezando por el Jefe de Gobierno, siguiendo por sus ministros, y así “to seguío”, como se dice en Andalucía. Todos, absolutamente todos, a ingresar en una Caja Única Nacional, e igualmente todos, absolutamente todos, al llegar a la edad de jubilación que la experiencia –amén de las matemáticas o de los resultados contables- exijan o aconsejen para no entrar en quiebra el sistema, retirarse cada uno cobrando lo que le corresponda, habida cuenta de los años cotizados y de las cantidades ingresadas durante sus años de vida laboral en activo. Con este método, seguramente se facilitaría el control de cuentas, el control de trabajadores, y cada uno percibiría lo justo, en proporción a sus años de trabajo y a sus aportaciones a la Caja Única durante ese tiempo. Y España sería un Estado socialista. O por lo menos, democrático.
Me da igual que el jubilado sea militar o civil, sea político o juez, sea contratista o peón albañil. Para inscribirse o darse de alta en esa Caja Única no se le va a preguntar ¿qué es usted?, sino ¿cuánto va a cotizar usted?, que es lo único que interesará mañana –lo cotizado, la totalidad de ello-, para el cálculo de la pensión de retiro que le corresponda, calculada, claro está, computando los ingresos efectuados en dicha Caja durante sus años de trabajo.
Sólo quedaría fijar la edad en que la jubilación puede solicitarse, que, no nos engañemos, vendrá impuesta matemáticamente por los resultados contables.
Eso que decía el Presidente del Gobierno (El Mundo, 31-1-10), de que “su” medida sobre la modificación de la edad de retiro, le venía impuesta “por su sentido de la responsabilidad”, no pasa de ser una bonita frase. Mejor hubiese estado decir que la adoptaba –la medida-, “obligado por la fuerza de los números”. Ante las matemáticas deben ceder las ideologías. Los números mandan, no las voces de los políticos. Más claro: donde no hay no roban. Y no valen demagogias, ni de unos ni de otros, ni de los de en medio. ¿Que para solucionar el problema, hay que modificar el sistema? Pues cuanto antes, mejor para todos, sobre todo para el pueblo llano y soberano. ¡Menudo oximorón, eso de llano y soberano!
Lo malo es que mientras los ciudadanos, en uso de su legítimo derecho de expresión, puedan decir, como -también en el mismo diario y mismo día-, decía en una “Carta al Director” el prudente señor don Manuel Villena, de Granada, que “”echo en falta también una reforma del privilegiado sistema de pensiones de ministros, diputados, senadores, presidentes y consejeros autonómicos. Sus señorías disfrutan de un plan de pensiones que no se parece en nada al de los ciudadanos de a pie. Tienen derecho, entre otras prebendas, al 100% de la pensión máxima por cotizar solamente entre 7 y 11 años”, lo que viene a calificar de vergonzosa desigualdad, puesto que ello obliga a que “los parias tengan que trabajar más años para mantener las pensiones de la casta política”. ¡Sí, señor, don Manuel, así se habla!
En un Estado socialista, sus políticos todos –si de verdad fuesen socialistas-, al acceder a sus altos cargos, lo primero que deberían hacer es renunciar a los privilegios para ellos establecidos e igualarse al ciudadano de a pie, ingresando en la Seguridad Social, establecida para el conjunto del “pueblo soberano”, sometiéndose a las exigencias que a todos se nos impone, especialmente en cuanto a tiempo de cotización y a regulación de la pensión de jubilación a que cada uno tenga derecho el día que la solicite. ¿A santo de qué diferenciarse de lo que se impone y exige al pueblo soberano? Quizá esa primera demostración de llaneza, al par que muestra de respeto al pueblo llano, podría empezar a devolver a la casta política la consideración –y pudiera ser que también la estima- del pueblo soberano, de las que no anda muy holgado.
Mi propuesta es muy sencilla: Una Seguridad Social única, para todos, y cuando digo todos, quiero decir TODOS; una Caja Única, a la que todos deben contribuir a lo largo de sus vidas laborales; una cuota mínima, para todos igual, que puede ser mejorada por cada uno, según sus posibilidades o voluntad, pensando en el importe de su futura pensión de jubilación; un número mínimo de años de cotización, igual para todos; una edad mínima de jubilación, también igual para todos; fijación de las pensiones según el número de años cotizados y de las cantidades ingresadas en la dicha Caja Única. Obvio resulta que con este sistema desaparecerían las Clases Pasivas, al convertirse en “pasivo” todo jubilado, o al revés, todo jubilado en “pasivo”.
Gran cosa sería también que el Estado socialista se viera obligado a contribuir a esa Caja Única con las cantidades que ahora distribuye a troche y moche –no cito donatarios para no ofender a nadie-, que vendrían a incrementar la solidez del sistema, y que, a través de éste, revertirían en el pueblo soberano jubilado, no en el reducido ámbito que ahora las recibe y cuya gestión o destino muchos miran con cierto recelo, por no decir desconfianza.
Todo esto que te digo, José María, puede ser objeto de matizaciones, como decía días atrás la ministro, señora Espinosa, al hablar del pensionazo gubernamental. No voy a ser yo menos transigente que ella.””””

Asombrado me dejó mi amigo Polidoro, a quien nunca le había escuchado un razonamiento tan prolijo y dilatado. Yo no sé si tendrá la razón completa en lo que me dijo, pero no puede negarse que no andaba muy descaminado en lo esencial. Desde luego comparto con él lo que dice del socialismo, que no se ve por parte alguna, antes al contrario, hay un fervor por el elitismo político y económico, que se evidencia hacia cualquier parte que se mire. Sería necio negar la existencia de esas “altas” clases sociales, siempre las hubo y las habrá, pero lo que si encocora al pueblo “sobellano” (llano y soberano), es que no estén sujetas a las mismas leyes que nosotros, a las mismas obligaciones que a nosotros se nos imponen, a los mismos derechos que a nosotros nos conceden, que en eso, en la igualdad ante todas las leyes, creo yo, consiste el verdadero socialismo, el que yo profeso desde siempre. Sin que esto quiera decir que yo poseo la verdad absoluta, pero es mi verdad. No se me tome a mal, por favor.

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 4 Febrero 2010

(Es Diari, 8-02-2010)

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