miércoles, 12 de mayo de 2010

14/10.- LAS CUENTAS CLARAS Y A LA VISTA

14/10
Las cuentas claras, y a la vista

Creo que fue el pasado sábado, 20 de marzo, en la Tele, cerca de la medianoche, cuando ví -y oí, por supuesto-, la educada y entretenida discusión sostenida entre un senador y un periodista, acerca de la monarquía. Estuvieron magníficos, cada uno en su papel; el uno poniendo pegas a la misma, defendiéndola el otro.
El tema me atrajo desde un principio y mantuve la atención, de cabo a rabo, sin perder ripio. Debo confesar a ustedes que jamás alcancé a comprender eso de venir a sentarse alguien en un trono, tan sólo por ser hijo del anterior usufructuario del mismo. Pero bueno, hecha esta advertencia sobre mis reparos a las sucesiones dinásticas, que a nadie importan, sigamos con las opiniones del político de marras, el que aparecía en la pantalla, quien manifestaba su disconformidad más absoluta sobre la inadmisión o el rechazo en ambas Cámaras de toda pregunta, oral o escrita, acerca de la Monarquía o de cuanto se relacionara con ella, especialmente si referidas a personas reales o a dotación económica que tuvieran asignada en los Presupuestos, de cuya gestión no habían de dar cuenta a nadie.
La suma presupuestada para la Real Casa, de la que hablaba ese político era -creo- de cerca de nueve millones de euros anuales –cerca de mil quinientos millones de las antiguas pesetas, si no me equivoco-, a la que había que añadir diversas partidas que, con cargo a ciertas actividades reales o por gastos de mantenimiento diversos, corrían a cargo de determinados ministerios. O sea que la verdadera cifra, ni el senador de marras la sabía.
Ya sabemos todos los que hemos leído la Constitución de 1978, que ésta, en su artículo 65, número 1, dice que: “El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma”.
Es una norma muy acertada, aunque le falta concretar qué debe entenderse por “sostenimiento”, término tan amplio y vago que lo mismo admite dilatadas como restringidas interpretaciones. Piénsese que no es lo mismo una dieta de sostenimiento que otra cuasi pantagruélica, aunque ambas sean dietas y sirvan para alimentar al sujeto aficionado a seguirlas, unas u otras.
Y menos claro el término usado de “distribuir” la asignación presupuestaria recibida, que nada tiene que ver la distribución con la dación de cuentas, ni tampoco se opone a ésta. En la vida corriente, aunque sólo sea por delicadeza, por elegancia natural -y no hablo de agradecimiento-, el beneficiado con una cantidad, por muy liberal que sea la dádiva y muy amplios los términos para usar de la misma, agotado el plazo –en nuestro caso el Ejercicio Presupuestario anual-, suele rendir cuentas al dador de cómo y en qué empleó la suma recibida, aunque sólo sea para acreditarse como buen gestor, digno de seguir contando con la confianza en él depositada.
Si aquí no se hace así, si al final de cada ejercicio la Real Casa no rinde cuentas a la Nación de cómo y en qué se ha gastado la cantidad recibida, no voy a entrar yo aquí a indagar los motivos de ese inexplicable, incluso pudiera ser que descortés, silencio de la Casa Real, a la que pido excusas por atreverme a rozar, aunque sea de lejos, y desde luego sin ánimo alguno de ofender, simplemente comentando las afirmaciones vertidas por el señor senador la otra noche, en la Tele, y por lo tanto ante todos los españoles.
A mí, particularmente, me preocupa menos el destino de esos casi mil quinientos millones de pesetas -dinero que quiero suponer rectamente gastado-, no obstante el discreto manto de silencio que los cubre, que esos otros muchísimos mantos de silencio y secretismo que velan la gestión de otras Sociedades, de las que se ignoran las insólitas retribuciones percibidas por sus altos directivos y miembros de sus Consejos de Dirección, incluso cuantos son sus componentes, y cual la necesidad de los mismos y su dedicación, y hasta los méritos personales que justifican su nombramiento para ocupar tales canonjías.
Gracias a la prensa diaria y a sus “gargantas profundas” nos enteramos de algunos de esos secretos, y digo secretos no en tono peyorativo, sino por no estar manifestados públicamente, aunque a más de uno nos gustaría saber cifras ciertas para ajustar a ellas nuestra conducta y vinculación, es decir para confiarles nuestros ahorros, cuanto más modestos, más apreciados.
Por ejemplo el sector de las Cajas llamadas de ahorro, ahora en candelero a cuenta de sus fusiones, en cuya tramitación son ignorados los ahorradores, grandes o pequeños, no obstante ser éstos los que realmente justifican la existencia de esas entidades. Desaparecidos los titulares de las famosas “Cartillas”, los fieles clientes, desaparecidas las Cajas. Eso resulta evidente al más lerdo, como evidente es su total olvido en la tramitación de esas fusiones, más o menos adelantadas, pero llenas de obstáculos y sobresaltos. Y no puestos por parte de los verdaderos dueños de su capital, es decir de los ignorados clientes impositores, sino como manifestación de opuestos intereses entre directivos, entre ellos mismos, o entre éstos y los empleados, cada grupo tratando de arrimar el ascua a su particular sardina. ¡Muy humano!, como dice Polidoro.
No cabe duda de que la diferencia entre los míseros intereses abonados a los impositores, dueños del dinero, y los crecidos intereses cobrados a quienes se otorga un crédito, viene a ser la ganancia de cada una de esas entidades. Pues bien, los dueños del dinero, la inmensa mayoría pequeños ahorradores, funcionarios o jubilados que cobran sus haberes o pensiones a través de esas entidades, cuando no honrados comerciantes que se sirven de ellas para el abono de las facturas por suministros que reciben, toda esa pléyade que justifica y hace posible la existencia de las Cajas, nada saben tampoco de lo que realmente les cuesta el “mantenimiento” de las mismas, especialmente en cuanto a su dirección se refiere.
Por El Mundo del 28-03-10 nos enteramos, con asombro, de que una de esas Cajas tiene una Asamblea General compuesta nada menos que por 120 Consejeros, de los que 108 asistieron a una Junta, y de ellos, 97 votaron a favor de su integración en otra Caja. No entro en si son muchos o pocos Consejeros, aunque a mí me sobren un centenar de ellos. Y lo importante no es lo dilatado de su número, sino el no hacerse público el importe de esas ciento veinte remuneraciones “consejeriles”, aparte de no saberse los méritos personales, no políticos, de los señores consejeros.
Me decía, hace varios años de esto, un empleado de una Caja, que el Director de la misma había cobrado aquel año setenta millones de pesetas. No supo decirme cuanto cobraron el resto de los señores consejeros. Mejor así, pues pudiera haberme dado un síncope. Lo cierto es que estuve tentado a retirar mis modestos ahorros -los destinados al futuro pago de esa Residencia que a todos nos espera al final de nuestros días-, por no considerar bien gestionados los fondos ajenos confiados a su cuidado.
No lo hice, pues pensé: ¿Y a dónde voy a ir, pobre de mí, que no pase lo mismo?
Entiendo que cualquier entidad o sociedad que puede gastar en dirección y consejeros esas desorbitadas cantidades es porque su gestión es brillante y acertada, sus ganancias fabulosas, y sus reservas punto menos que incalculables. De no ser así, entiendo que constituye una temeridad, por usar término suave.
Lo que no acierto a entender es que, de pronto, no sé si por exigencias del Banco de España, se descubra que la situación económica no es tan boyante como se nos quiso hacer creer a los impositores, no se les exija responsabilidades a esos ineficientes gestores –presidente y consejeros-, y encima se pretenda resolver la papeleta sin remover esas personas, e, inexplicablemente, además, se les faciliten cuantiosos créditos, con dinero público, a bajo interés y a devolver en cómodos plazos.
Algo está oliendo mal, además de precisando de urgente reestructuración y ordenamiento jurídico. Bastantes problemas tiene el Estado que atender, para encima cargársele ahora con el salvamento de entidades privadas de fuerte arraigo y “sólida solvencia” que pueden permitirse pagar tales insólitos sueldos y gabelas a sus dirigentes.
Como siempre, no quise ofender a nadie, como tampoco lo quiso hacer el senador que digo, al hablar de los gastos de la Casa Real. Ello no obstante, pido perdón si en algo he ofendido o me he equivocado.

José María Hercilla Trilla
Salamanca, 1º Abril 2010
(Public. en Es Diari, el 4-04-10)


Después de enviado este artículo, en El Mundo de fecha de hoy. pág. 30. se lee que “los directivos de Caja Sur, cobraron 1,25 millones de euros tras perder la entidad casi 600”-
Aparece una fotografía con cinco –supongo que directivos, todos sacerdotes-, presidida por el presidente de Caja-Sur. Ignoro cuantos más compondrán ese Consejo millonario. Lo único que sé es que 1.250.000 € equivalen a 207.982.500 de pesetas.
Cuando sepa cuantos son los directivos podré saber a cuanto tocó cada uno.
¿Resulta lógico que una Caja en pérdidas pague esas cantidades a sus directivos? ¡Y encima sacerdotes los directivos!

En El Mundo del 2-4-10, Pág. 30, se da la noticia de que “el personal clave de la dirección de Caixa Galicia cobró el año pasado 6,2 millones de euros, entre salarios (4,742 millones) y planes de pensiones (1,461 millones), un 16 % menos que en 2008. Los beneficios de la caja cayeron, mientras, un 58,5 % .
¡Asombroso! ¿O vergonzoso?

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